La Virgen del Sagrario

LA VIRGEN DEL SAGRARIO

Patrona de Toledo, reina de la Catedral Primada.

La Primada está acogida desde su origen al patrocinio de la Virgen María. La inscripción visigótica de la Capilla de la Descensión da cuenta de la primera consagración al rito católico de la primitiva catedral, acto que tuvo lugar en el año primero del reinado de Recaredo el día 14 de abril del 587.

Pero hasta el S XII no llega a la catedral de Toledo la primera representación conocida de la Virgen, una pequeña imagen de madera procedente de Limoges, (que posteriormente fue chapada en plata en el SXVI), y que actualmente está expuesta en el Museo de la Catedral.

En el S.XIII, con motivo de la segunda consagración del templo, el obispo fundador de la nave gótica, Jiménez de Rada, encarga la imagen de la Virgen del Sagrario para la Capilla central de la Catedral, pero en el S.XIV es sustituida por la actual talla que preside el retablo del Altar Mayor.

En el año 1300 también llega al Coro de la Catedral una imagen de alabastro de la Virgen Blanca donada por el arzobispo Gonzalo Pétrezpero los toledanos ya habían elegido como su patrona a la de la Virgen del Sagrario que presidía el antiguo “sacrarium” (del que adopta su nombre), y que posteriormente fue entronizada en la actual capilla tras la remodelación del espacio, encargada por el cardenal Quiroga a finales del S.XVI, que fue inaugurado con gran solemnidad por el Felipe III en 1616, en vísperas de la Asunción de la Virgen, en una celebración que incluyó el estreno del auto sacramental San Ildefonso y la Virgen del Sagrario, compuesto por el gran dramaturgo y capellán catedralicio, Calderón de la Barca.

ANTIGÜEDAD DE LA IMAGEN

Según los historiadores

En los últimos años, la crítica, sin negar, dicho sea en honor de la verdad y de los escritores que, con tanta honradez, quieren ilustrar esta materia, la realidad de esos hechos portentosos, ha expuesto otra opinión relativa a la data de la Imagen del Sagrario, fijándola, en cuando al tiempo hacia el siglo XIII, sin que en lo que el autor y lugar de su construcción respecta, se atreva a aventurar hipótesis alguna. Los principales sostenedores de esta idea son los Sres . Simancas, Ramirez de Arellano y San Román. Éste último doctísimo Director del Museo provincial, lo expresa así en estas palabras, en las cuales hace una acabada y sintética descipción de la estatua, que nos ahorra la menos exacta que nosotros pudiéramos hacer: “Notable es, dice estudiando la iconología de esta Imagen, dicha escultura, tanto por su valor artístico como por su riqueza material. Corresponde al tipo Mariano que, comenzando a fines del siglo XII, se mantiene durante todo el siglo XIII y parte del XIV. La virgen de talla, aparece sentada en un trono o escaño con el Niño Jesús sobre su regazo. Lleva doble túnica, manto y velo; la corona era independiente. Como todas las imágenes de esta época, concebidas en los albores del goticismo, el plegado de los paños tiene bastante rigidez y el rostro muestra cierta expresión hierática tradicional, derivada del tipo bizantino, llena de apacible dulzura, pero muy distante todavía de la clara sonrisa que había de dar al tipo de la Virgen el naturalismo gótico francés, según vemos en el maravilloso ejemplar de la Virgen Blanca del Coro en la misma Catedral Primada. Lo que da aspecto de gran riqueza a la escultura de la Virgen del Sagrario, es el chapeado de plata que la cubre enteramente y sobre todo la magnifica fimbría de oro, con engastes de piedras preciosas, que bordea las distintas piezas del ropaje, y el broche de la misma clase que sumula sujetar el manto. Iguales caracteres ofrece la efigie del Niño Jesús, en cuanto a su arte y riqueza, aunque, como observa muy atinadamente el señor Simancas, el hieratismo de la cabeza es más acentuado del resto de la figura acusa mayor perfeccionamiento artístico.

Coincide el Sr. San Román con el Sr. Ramirez de Arellano en suponer que la Imagen es obra de los días en que se echaban los cimientos de la actual  Catedral, en cuyo caso el séptimo centenario, que este suceso conmemora, comprendería también el del origen de la dicha efigie, pero el último de los escritores mencionados agrega un razonamiento que muy lógicamente puede servir para unir el contenido de la tradición ell parecer de la crítica. “Los historiadores toledanos, escribe a este propósito, suponen que esta Virgen estubo ya en la Catedral visigoda; que los cristianos, ante el temor de que los musulmanes la destruyesen, la escondieron en una bóveda próximamente debado de donde hoy se venera y que allí la encontró el Arzobispo Don Rodrigo. Este famoso historiador sustituyó en el Arzobispado a Don Martín López de Pisuerga, que murió en 1208, y, por lo tanto poco después debió posesionarse de la mitra. En 1227 puso la primera piedra para la construcción del templo actual, y falleció embarcado a la altura de la desembocadura de Ródano, volviendo a Roma en 10 de junio de 1247. La invención de la Virgen del Sagrario no pudo ser sino entre 1208 y 1247, pero como se halló con ocasión de unas obras, y las de la Catedral empezaron en 1227, en este año, o poco menos, al derruir la mezquita o poco después, abriendo los cimientos del nuevo templo, debió ser el hallazgo. Ténganse en cuenta que yo no niego la invención, pero pudo ocurrir que en vez de la Imagen, como hoy la vemos, hallasen una estatua muy deteriorada, con imposibilidad de conservación y de restauración e hicieran con ella lo que se hizo en el siglo XV con la Fuensanta de Córdoba, una nueva, más o menos pareceida, a los restos que se habían encontrado de modo que sin negar la tradición puede asegurarse que la estatua es obra del siglo XIII, hacia el año del 1227 y que se hizo de madera para que así se la venerar”.

En este caso, y sin necesidad de acudir a lo maravilloso y extraordinario, parece que pueda razonarse fácilmente tal interpretación dentro del curso natural y verosímil de los acontecimientos humanos. Es sabido que el templo primitivo, el que servía de cátedra a los primeros Pastores de la cristiandad toledana, fue consagrada a la Virgen Maria por el Arzobispo Melancio, al dar Constantino la paz a la Iglesia. Está igualmente comprobado que en el siglo VI, y al dar el Constantino español, el Rey Recaredo, la paz a la Iglesia de España, fue renovada la consagración del mismo templo, ampliado y modificado a “Santa Maria”. Es, pues muy creíble que hubiera desde los exordios de la Catedral una Imagen de la Virgen, a la que se tendría por titular de la misma y a la que se haría objeto singular y preferente del culto litúrgico y de la piedad popular. Por lo menos no puede admitirse que el insigne enamorado y servidor de la Señora el santo “Capellán de la Virgen”, el glorioso toledano Ildefonso no propusiera de no haberla ya, una representación de la que él con tanto ardor amaba y defendía, de la que con tanta pasión escribía y predicaba, de la Virgen Santísima, para que, haciéndola  centro de la devoción de su pueblo, consiguiera en él encender el amor mariano que constantemente propagaba. Los cristianos toledanos tenían indudablemente, en los tiempos anteriores a la invasión sarracena, una Imagen de la “Santa María” de su especial veneración, quizá la única, por lo mismo que en la primera edad del cristianismo, la aversión a las prácticas paganas que en la adoración de las estatuas de sus ídolos hacían consistir principalmente su religión, el peligro del furor iconoclasta y el de las incesantes persecuciones, estorbaban el que los cristianos prodigaran las efigies de sus santos. Si en esa imagen se verificó el primer milagro a que se refiera la tradición, abrazándola  la Virgen Maria cuando con realidad corporal visitó a San Ildefonso, para regalarle con la celestial casulla, no puede asegurarse, si bien tampoco es prudente desmentir la posibilidad, pues así como aún la Iglesia somete los sucesos, que con carácter sobrenatural se ostentan, a las leyes del análisis crítico para depurar primero su exactitud histórica, así también conviene en lo que a estos asuntos concierne, no guiarse sólo de un criterio tan positivista y humano que se pierda por completo de vista ese orden sobrenatural y se llegue, poco a poco, a negar toda intervención especial y extraordinaria de Dios en la Historia. No sentamos ahora afirmación alguna sobre este extremo; pero si concluimos la existencia de una Imagen de Maria, predilecta de los que en Toledo profesaban la fe católica en los siglos primeros, que constituyera el tesoro más estimable de su devoción. Y nada más lógico que el que, a la irrupción árabe, trataran de esconder este tesoro y lo hicieran precisamente en el mismo olugar donde se le veneraba y en un sitio de los más recónditos.

Más difícil parece explicar porqué los cristianos que permanecieron en la ciudad, pactando con los invasores, no la trasladaron a uno de los templos que éstos les reservaron y, como en todo caso, no se trasmitió la noticia de la ocultación entre los mozárabes toledanos. Sin embargo, aún estos reparos tienen explicación muy razonable a nuestro juicio. Cuando las huestes agarenas apretaban el cerco de la ciudad; cuando no se sabía lo que el conquistador impondría eran conocidos, en cambio, su odio al catolicismo y los daños y atropellos que ese odio iba a su paso causando, los godos cristianos, los no contaminados con la corrupción de la monarquía decadente, los que conservaban el fervor de los días brillantes de ella atendieron, antes que a anda, a defender su joya más preciosa, y lo harían sólo algunos de los pocos que la ruta de Guadalete y la huída a las montañas aquí dejaban y que tal vez también huyeron luego. Y aun cuando en Toledo vivieran, en posesión ya los moros de la Catedral y convertida ésta en su Mezquita Mayor, por el temor de despertar en ellos recelos de tesoros escondidos, que les originaran más duros tratos o de que, encontrada, fuera destruida, habrían de sufrirse sin querer revelarlo.

ANTIGÜEDAD DE LA IMAGEN

Según la tradición

Aquella supone que la Imagen tiene la misma antigüedad que la predicación del cristianismo en Toledo, o cuando menos que se remonta a la época del florecimiento de la Iglesia visigótica, y ésta hace coincidir aproximadamente, su origen con el de la actual Iglesia Catedral.

“Quien fuese el escultor, no se averigua,

Quizá porque es de sólo el cielo hazaña,

Y su belleza y gracia lo atestigua.

Pues que parece de la tierra extraña.

Sé que es la más devota y más antigua

Que adora el suelo y que conoce España”

Aparte la licencia poética que le permite a Valdivieso presentar a la Virgen del Sagrario como imagen primera que de María Santísima en el mundo ha sido adorada, la tradición común sostenía con el que era venerada desde San Eugenio, y desde luego se daba como cierto que recibió el culto de los cristianos visigodos. Otros detalles acompañan a esta tradición rodeándola de poesía y sugestión, y he aquí cómo los describía  Pedro Herrera en el año 1617:

“Esta sagrada Imagen engrandece (como tutelar amparo) la Imperial ciudad (en su Iglesia Santa), de tanto tiempo, que no se halla noticia del principio; si bien de algunos autores, y demostraciones consta, que ha más de novecientos años. De muchos a esta parta ha tenido su asiento ante la Capilla del Sagrario, como se ha dicho. Allí le tienen las reliquias, vasos y ornamentos para el divino culto. Se llama  por esto nuestra Señora del Sagrario. Estuvo antiguamente en el altar mayor, y a orar en su presencia llegaba el glorioso San Ildefonso (viniendo a los Maytines después de media noche en el día de la Expectación de nuestra Señora)  cuando vio a la misma Santísimna Virgen aparecida a darle la celestial casulla de su mano. Despidiéndose del santo templo la Reina del cielo abrazando amorosamente esta Imagen, retrato favorecido suyo, venerado por tal desde aquel tiempo. Cuando sucedió la invasión de los moros (por tantas razones lastimosa) porque tan inestimable tesoro no se profanase en poder de infieles, los católicos de Toledo la escondieron en una cueva o pozo cerca de la Capilla de la Descenso. Allí estuvo más de trescientos cincuenta años,  hasta que casi por los tiempos del Arzobispo Don Rodrigo se manifestó milagrosamente ,  habiéndose visto diversas veces Ángeles; y celestiales luces, que después de los Maitines traían el bulto Sacrosanto. Sacóse de aquel lugar con mucha solemnidad, general derramamiento de lágrimas gozosas y otras demostraciones pías. Fue puesta en el Altar Mayor, donde antes estuvo. De allí a algunos años le pasaron al lugar que se ha dicho del Sagrario”. Que todo esto era creencia general en su tiempo y desde muy antiguo tenido la prueba el mencionado cronista con una larga copia de citas y razonamientos, de los que él deduce precisamente la autenticidad de esta tradición, aplicando las reglas que la Iglesia establece para valorar lo de la tradición universal.

Y esto mismo se ha venido creyendo por las generaciones posteriores y ha sido defendido , o por lo menos respetado, por cuantos historiadores y cronistas han tratado de lo referente a esta sagrada Imagen.

CONCLUSIÓN

De todas maneras y esto es lo más positivo y lo importante, el origen de la Imagen de Nuestra Señora del Sagrario se remonta cuando menos al siglo XIII, es siete veces centenaria, Ante Ella se han postrado las generaciones de todos esos siglos. Ella ha presidido los acontecimientos más grandes y gloriosos de España y de Toledo y el motivo, por tanto, de su coronación, no pudo ser más justo ni más oportuno en feliz coincidencia con las solemnidades  que para celebrar la antigüedad de su regia mansión, la incomparable catedral toledana, se han ideado y a las que el mundo asistió  con espiritual profundidad.

Esta imagen no era venerada con el título de hoy en los siglos inmediatos a sus construcción.  Se le llamó  “Santa Maria de Toledo” o “Santa Maria de la Catedral de Toledo” como consta en multitud de documentos. Probablemente estaba en el Altar Mayor y entrado ya el siglo XV, fue trasladad a la puerta del relicario o Sagrario, donde se custodiaban las reliquias, poniéndola en un nicho abierto sobre el dintel.

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